HOTEL TELÉGRAFO
Historia, sociedad, poesía. Notas y documentos.
miércoles, 17 de abril de 2024
Un esqueleto inevitable
lunes, 15 de abril de 2024
domingo, 14 de abril de 2024
Nota de Vitier y enlace a Sones de la lira inglesa
Cintio Vitier
De los años del regreso de Gabriel Zéndegui a Cuba después del Pacto del Zanjón, se conservan algunas cartas muy amistosas que le escribió Martí. En una de ellas (Nueva York, 28 de julio de 1882) le habla de su hijo y de Ismaelillo: "No sé si he acertado a dar forma artística al tropel de visiones aladas que cuando pienso en él me danzan en torno de la frente. Ni si esa vez, que dormí en almohada de rosas, pudo olvidar mi cabeza la almohada de piedra en que usualmente duerme".
Por extraño que nos parezca, a Zéndegui no le pareció el Ismaelillo del todo bien, y así se lo escribió a Martí, quien el 14 de octubre le dice de su carta: "me enoja, aunque suavemente, porque me supones capaz de montar en ira porque no te haya parecido el Ismaelillo cosa maravillosa. Dime que no soy bueno, o que no vivo enamorado del bien de los hombres, y me enojaré, porque sería injusticia; pero de cuanto yo escribo, dime cuanto te parezca cierto, útil a mí, que yo sé que me quieres, y eres sincero, y me hará bien y no me enojaré".
Gran lección para todos. Y al final de su carta servicial (respondiendo a las preguntas de Zéndegui sobre sus posibilidades de trabajar en Nueva York), insiste Martí: "Me empeño, Gabriel (...) en que vuelvas a decirme lisamente lo que hayas pensado de Ismaelillo.- De mis imaginaciones, culpable es quien me las pone ante los ojos, -pero de mi modo de vaciarlas en el papel, yo soy culpable".
Queda claro que Martí, descontando su incansable bondad y fineza, estimaba el juicio literario de Zéndegui, de quien alabó su "sólido talento y buenos versos". Queda claro también que Zéndegui, como tantos otros, no llegó a percibir la nueva dimensión poética que inauguraba Ismaelillo, quizás porque su formación lo llevaba más a las fuentes anglosajonas que a las raíces hispanoamericanas, y su temperamento más al "amor del intelecto" que a la "abundancia del corazón".
Zéndegui volvió al exilio como redactor de La Nación, de Buenos Aires, pasando después a Londres como corresponsal de ese periódico. Estrada Palma lo designó Secretario de la Legación Cubana en Inglaterra, cargo al que renunció por conflictos con el gobierno de Menocal. Ciego y asmático, siguió viviendo con su familia en Londres, donde murió en 1922, dos años después de dar a la estampa su extraordinaria colección Sones de la lira inglesa (Oxford University Press, 1920), a nuestro juicio la joya principal de los traductores cubanos del siglo XIX, precioso libro de poesía y pensamiento poético, cuya introducción brevísima es la página de un maestro.
Nota introductoria de Cintio Vitier a los poemas de Zéndegui recogidos en Flor oculta de la poesía cubana, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1978, pp. 298-304.
sábado, 13 de abril de 2024
Oda a un urna griega
De Keats
Thou
still unravisih’d bride of quietness
De la Quietud esposa inmaculada,
pupila del
Silencio y tardo Tiempo,
que sabes enarrar
aunque silvestre
con más dulzura
que las rimas nuestras,
¡ah!, dinos, ¿qué
leyenda por tu forma
entre festones
vaga de los dioses,
o de mortales, o
tal vez de entrambos,
de los valles de
Tempe o de la Arcadia?
¿Por qué esa caza
y fuga de doncellas
de las flautas al
son y tamboriles?
¿qué grande
agitación es la que evocas?
Si dulce es la escuchada melodía
la no escuchada es más… Seguid tocando
para el oído no, flautas suaves,
melodías sin tono para el alma.
Tu canto, efebo airoso en la arboleda,
nunca parar podrás; ni tú tampoco
podrás, veloz galán, a tu cautiva
el beso ardiente que anhelabas darla;
mas no te aflijas porque en todo tiempo
tú serás un galán, ella una hermosa.
Vosotras, dichosísimas ramadas,
las hojas nunca verteréis lucidas
que nunca os dirá adiós la Primavera…
Afortunado músico, sin tedio
podrás un son tocar que no envejece…
Amor ¡oh!, más
feliz, porque fogoso
Has de ser sin cesar el goce ansiando!
¡Cuánto aventajas de los hombres vivos
la pasión que al saciarse pesaroso
les deja el corazón o desgarrado,
los labios secos y la frente ardiendo!
¿Quiénes son los que van al sacrificio?
¿A qué rústico
altar ¡oh, sacerdote
conduces la
ternera mugidora
de los sedosos
lomos guirnaldados?
¿Qué villa sobre
un río, o costanera,
o montañesa de
castillo innocuo
desierta vióse
esta mañana pía?...
¡Ah, villa!, que
por siempre silenciosas
tus calles
quedarán, jamás un alma
vendrá para
explicarte el abandono.
Ática hechura
primorosa en mármol
que decoró el
cincel con la apariencia
de humana vida en
cuadros nemorosos,
al pensamiento tu
serena forma
como la misma
eternidad abruma.
Tu helada
pastoral, cuando los años
la actual
generación hayan sorbido,
en medio se verá
de otros dolores
que no serán los
nuestros y clemente
dirá siempre a los
hombres que lo bello
es verdadero y la
verdad es bella,
y que no más
sabrán en este mundo
ni más saber
tampoco necesitan.
Traducción de Gabriel de Zéndegui
Sones de la lira inglesa, Oxford University Press, H. Milford, 1920, pp. 15-16.